25.1.06


Las canciones cantan cosas distintas a la vuelta de un viaje. Al estilo del Club de la Serpiente lo charlábamos en casa de Ubi y Fede, que no es ese departamento de París pero es el mejor lugar de Buenos Aires para descubrir esas cosas tan imperceptibles para la gente que nunca entra en esas casas y esas cosas.

Después de cada mañana en Madrid, el número 7 de la calle melancolía tiene una puerta vieja de madera y me tiene a mí mirando sus balcones antes de ir a tomar chocolate con churros a Plaza Mayor. Después de aquel mediodía en Madrid, veo cómo la vio él perderse en el trajín de la Gran Vía. Después de las noches de Madrid, yo también digo que sólo en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega. Y además en esos bares y a esas horas justo te cantan “gitana si me quisieras, ay morena si me quisieras” la canción con la que tantas veces ensayé en las clases de flamenco. Después de Madrid, yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid.

Y Manu me traerá las noches de Barcelona con un canadiense de boina inolvidable, dos italianos, dos andaluces, un alemán, cuatro españolas, una africana y un argentino cada vez que cante “rambla paquí, rambla pallá, esta es la rumba de Barcelona”. Y si resulta que sí, si logras entender lo que me pasa a mí esta noche, ella no va a volver y la pena me empieza a crecer adentro, siempre fue para llorar, pero después de tomar un autobús el último día del año suena aún más triste. Las canciones llevan a la gente de una ciudad a otra, y en todas las radios que escuche “yo quería que nos pasara, y tú y tú, lo dejaste pasar” sonará su voz. Y cuando Marley cante “no woman, no cry” siempre voy a estar en la Plaza George Orwell, en el Barrio Gótico, siempre va a ser esa noche que toqué por primera vez el Mediterráneo.

“Se peinaba a lo garçon, la viajera que quiso enseñarme a besar en la Gare d´Austerlitz”.
Llegué a París y cuando pregunté en el metro cómo debía hacer para ir a la estación Maubert Mutualité, paradójicamente me informaron que debía tomar la línea 10 con dirección Gare d´Austerlitz. Así que durante cuatro días, cada vez que regresé al hotel, me sentí una chica de Joaquín.

Próxima estación: A Coruña.
Me gusta la Coruña, me gustas tú! La banda sonora de estos 7 días fue “Qué guay si me invitaras a cenar”, porque Marcos la cantaba igual, porque sentir cómo sentí allá hizo que entendiera realmente el significado de “guay “. Ya no podrán quitarnos lo que hicimos ya… y ahora esta frase, Gaby y Marquitos, es para siempre nuestra ¿Y de las 500 noches? obviamente “morena con la piel de chocolate”.

Vivir sólo cuesta vida, cuánta razón que tiene el Indio. Me encantaría que los que hayan leído este post "enciendan" y cuenten qué momento les recuerda alguna canción.

Chez toi ou chez moi: “En tu casa o en la mía”, en cualquier lugar del mundo lo único que quiero es seguir feliz como en este viaje.

24.1.06

Una tarde que se hizo noche en un jardín de Palermo, preguntándonos con Fran todo eso que quizás se pregunten Enriqueta y Fellini cuando crezcan.

Liniers presentando su libro Bonjour, 20 de enero en la Boutique del Libro.

10.1.06

5 de enero de 2005 - Navalonguilla, Ávila, España.
Desde la casa que fue de mis abuelos paternos.

Hace más de 80 años mis abuelos soñaron a través de esta ventana. Hace más de 80 años tomaron este camino buscando mejores aires. Hace más de 80 años las ilusiones les dieron las fuerzas para dejar esta casa.
Llegué al principio de mí.
En la vida se muere un par de veces. España era el mejor lugar para volver a nacer. Me dio la paz que dan los abrazos de los amigos. Me dio la libertad que dan las calles ajenas y las palabras que se dicen a gente que se ve por única vez en la vida. Me dio los kilos que tenía que recuperar con sus comidas gallegas, sus chocolates madrileños y sus comidas andaluzas. Me dio los besos que dan los chicos malos y los besos que se sueñan cuando soñamos que somos princesas. Y está tan cerquita de París que me dio Le Pure Café, Shekspeare and Company, el Pont des Arts y Cortázar.
España siempre había sido muy familiar: zapatitos rojos y castañuelas desde los 5 años, traje de muñeira (aún en pleno diciembre), música de sevillanas, ali-oli y papas con pimentón. Por elección o por destino fueron llegando Dalí, Sabina, Serrano, Serrat, y cuando sentí que la frivolidad me estaba acorralando, volví al flamenco. Y después de darme tanto, se llevó a la gente que yo más quería. Y después de darme más, se quedó con lágrimas de despedida.

Pasaron más de 80 años y a un día de dejar España no me sentí la misma. Pude mirar llena de ilusiones por esa misma ventana, deseando que para mí también haya mejores aires. Y seguramente como ellos, volver.

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