Noviembre no debía existir. Hubiera buscado soma de haber leído antes Un mundo feliz. Sólo quería que el avión despegue. Sólo quería llegar a los brazos de mis amigas. Pero tenía que vivirlo, noviembre terminó siendo el mes en el que descubrí muchas de las respuestas que me hice durante todo el año. Y también trajo sorpresas. Y también me quisieron mucho.
Ya no lloraba, ya no me interesaba, ya me había dado cuenta de que tampoco era lo que yo quería. Pero siempre hay más. Siento horror ante la desidia y no puedo decir mucho más que esto porque no siento mucho más que esto ante él. La verdad quedó en evidencia y quizás haya muchas más. Ahora no sé si quiero seguir descubriéndolas. No sé, a veces sí. A veces pienso que no tiene sentido.
Me hice por fin el tatuaje. Ya no será tan terrible que algo sea o no para siempre. Hoy me encanta y si mañana no, no.
Manu llegó al país para dar dos recitales. La primera vez que lo veía, fue increíble, fiesta total, nos acercamos al escenario. Dijo “para todos los argentinos que buscan vida en Barcelona” y quizás era otra señal, y bailé, y bailé, y bailé. Volvía a tocar el próximo martes, así que ese sábado me desperté temprano me puse a sacar cuentas y bue… 10 euros más, 10 euros menos: vuelvo a ver al Manu. La luna de esa noche fue perfecta. El cielo lleno de estrellas. La versión de “mi vida, lucerito sin vela”, preciosa. Y yo ahí, sola, a un costado sobre la primera fila mirando y tratando de no olvidar jamás. Tantas cosas que no tengo que olvidar para no repetirlas nunca más. Porque me equivoco, porque me manejo con mis leyes con gente que no tiene las mismas y después me dan estas ganas de vomitar. Como si así pudiera sacarme de adentro esta sensación tan incómoda, tan ajena a mis sueños.
La vida no deja de sorprenderme: él va a ser padre, un 15 me choca, hay paro de Aerolíneas Argentinas, él decide sacarla de su vida el mismo día que yo decido que ya no me importará ni su muerte. Mientras, los jazmines se van disecando y cada vez falta menos.
Por suerte tengo tanta gente con ganas de prender el lucerito, que anoche 27 de noviembre, fue una noche perfecta. La ilusión de un amigo mise en scène, pizza y cerveza en El Cuartito, charlas de esas que añoraba tanto, de todo, política, libros, tangos, sus consejos siempre tan exactos, aviones, de todo, como siempre cada vez que nos juntamos, con nuestras vidas y edades diferentes pero amigos de corazón porque todos buscamos lo mismo de la vida. A veces me parece mentira pensar que podía disfrutar de esas charlas a diario. Más tarde, risas caminando hacia un petit hotel convertido en bar, la curiosidad de una nena abriendo puertas, 30 grados más la calidez de los abrazos sinceros haciendo la mejor noche del mes.
Noviembre está terminando. Terminé Un mundo feliz, y ahora sé que prefiero sufrir. Porque todo tiene un anverso y un reverso, sin el dolor no hubiera aprendido a apreciar mi mundo feliz. 28, 29, 30 y ya despega. Dejando atrás todo lo que me perturba, recordando sus palabras en esa sensación, al encuentro de los tres abrazos más anhelados, de mi París soñado, del lugar de mis raíces, de la duda más extraña de explicar, de esos ojos negros que se tiran de los autos y de sorpresas. Que la vida me siga sorprendiendo, ya llegará el momento de que lo haga para bien.
Ya no lloraba, ya no me interesaba, ya me había dado cuenta de que tampoco era lo que yo quería. Pero siempre hay más. Siento horror ante la desidia y no puedo decir mucho más que esto porque no siento mucho más que esto ante él. La verdad quedó en evidencia y quizás haya muchas más. Ahora no sé si quiero seguir descubriéndolas. No sé, a veces sí. A veces pienso que no tiene sentido.
Me hice por fin el tatuaje. Ya no será tan terrible que algo sea o no para siempre. Hoy me encanta y si mañana no, no.
Manu llegó al país para dar dos recitales. La primera vez que lo veía, fue increíble, fiesta total, nos acercamos al escenario. Dijo “para todos los argentinos que buscan vida en Barcelona” y quizás era otra señal, y bailé, y bailé, y bailé. Volvía a tocar el próximo martes, así que ese sábado me desperté temprano me puse a sacar cuentas y bue… 10 euros más, 10 euros menos: vuelvo a ver al Manu. La luna de esa noche fue perfecta. El cielo lleno de estrellas. La versión de “mi vida, lucerito sin vela”, preciosa. Y yo ahí, sola, a un costado sobre la primera fila mirando y tratando de no olvidar jamás. Tantas cosas que no tengo que olvidar para no repetirlas nunca más. Porque me equivoco, porque me manejo con mis leyes con gente que no tiene las mismas y después me dan estas ganas de vomitar. Como si así pudiera sacarme de adentro esta sensación tan incómoda, tan ajena a mis sueños.
La vida no deja de sorprenderme: él va a ser padre, un 15 me choca, hay paro de Aerolíneas Argentinas, él decide sacarla de su vida el mismo día que yo decido que ya no me importará ni su muerte. Mientras, los jazmines se van disecando y cada vez falta menos.
Por suerte tengo tanta gente con ganas de prender el lucerito, que anoche 27 de noviembre, fue una noche perfecta. La ilusión de un amigo mise en scène, pizza y cerveza en El Cuartito, charlas de esas que añoraba tanto, de todo, política, libros, tangos, sus consejos siempre tan exactos, aviones, de todo, como siempre cada vez que nos juntamos, con nuestras vidas y edades diferentes pero amigos de corazón porque todos buscamos lo mismo de la vida. A veces me parece mentira pensar que podía disfrutar de esas charlas a diario. Más tarde, risas caminando hacia un petit hotel convertido en bar, la curiosidad de una nena abriendo puertas, 30 grados más la calidez de los abrazos sinceros haciendo la mejor noche del mes.
Noviembre está terminando. Terminé Un mundo feliz, y ahora sé que prefiero sufrir. Porque todo tiene un anverso y un reverso, sin el dolor no hubiera aprendido a apreciar mi mundo feliz. 28, 29, 30 y ya despega. Dejando atrás todo lo que me perturba, recordando sus palabras en esa sensación, al encuentro de los tres abrazos más anhelados, de mi París soñado, del lugar de mis raíces, de la duda más extraña de explicar, de esos ojos negros que se tiran de los autos y de sorpresas. Que la vida me siga sorprendiendo, ya llegará el momento de que lo haga para bien.