Llegaste para demostrarme que no existen los imposibles, eso es tu presencia en mi vida. Y la alegría, la de mirarte y admirarte de lejos y también de cerca. Y la emoción, frenándome por un segundo el corazón cuando la pantalla dice tu nombre. Y la esperanza, sabiendo que ahora hasta el minuto 90 todavía se puede. Y la sopresa, de descubrirte girando el espejo retrovisor para buscarme. Y la locura, de ver a la gente tocarte y vos tocándome a mí. Y la ilusión, que la llevo en mi valija deseando volverte a ver. Eso es tu presencia en mi vida, nada más ni nada menos que tu presencia.
Tiene casi tantos años como yo, me lo regaló mi papá para un cumpleaños. Sobrevivió a la moda de los peluches blancos y suavecitos; y aunque alguna vez compartió colchón con otros, él siempre fue el rey de mi cama. Soportó lágrimas de noches muy oscuras, apretujones de alegría y los rezos para que siempre gane River y vuelva el Burrito (suerte que sólo habla conmigo porque él lo sabe todo). A este avión sí que se sube, un año entero no podría dormir sin él.
Muy París. Los sabores transportan, esta mañana me abrigué, me puse esta cremita en los labios y sólo faltaba mi Moi, para que salgamos del Hotel du Commerce a caminar París.