Si soy lo que soy es gracias a vos. Me enseñaste todo. Me quisiste como nadie desde el día que nací, porque tenés el corazón más grande del mundo.
¿A ver si te acordás de estas cosas?
Al rato de tener la luz apagada siempre te decía ¿Keké estás despierto?
Cuando le cobrábamos a mamá por hacer mandados para juntar plata para llevarnos a San Clemente, y si vos tenías más que yo, vos trabajabas para mí. Y si yo tenía más que vos, yo trabajaba para vos.
Un día nos escondimos en el auto para ir a la fábrica de papá, y creíamos que él no se había dado cuenta.
Cuando llegábamos a la rotonda de las luces nos poníamos contentos porque sabíamos que ya estábamos cerca de San Clemente.
Cuando estábamos en el norte, vos te trepaste a una montaña y papá te gritó “si te caes que te cure Lola”.
Cuando otras vacaciones de invierno estábamos en Santiago del Estero y como no sé qué habíamos hecho mal, nos escapamos a la hora de la siesta y le fuimos a comprar a mamá una fuente artesanal que obviamente no le gustó. Esa tarde nos preguntaron si éramos mellizos.
Y cuándo me dijiste que en la pizzería después de ir a ver a River papá te dijo que te quería más a vos que a mí :p
Cuando soñábamos encontrar un mapa con una cruz que nos marque dónde había un tesoro.
Cuando fuimos los cuatro juntos al cine a mirar La sociedad de los poetas muertos. Y las mil quinientas veces que vimos E.T.
La primera vez que te emborrachaste íbamos cruzando el puente de Gral. Paz en el Fitito de Gonzalo y te querías tirar!
Todas las veces que me dejaste manejar el auto de papá aunque todavía yo no tenía registro.
Cuando fuimos a ver el discurso de Fidel y gritamos juntos “hasta la victoria siempre”.
Cuando cantábamos “ay che bostero, mirá qué distintos somos…” en el glorioso Monumental.
Cuando me enseñabas todas las reglas del baseball cada vez que empezaba la temporada.
Cómo me enseñaste a admirar a Magic, a Kobe, a Raúl, a Rocky y a Dostoievski.
Cuando te dije “cuchi, estoy yendo con el ídolo”. No me olvido nunca más de la puerta de Miloca, tu cara cuando lo viste y le dijiste “hola Ariel”.
Cuando salió Joaquín al escenario del Gran Rex. Y cuando salió al escenario del Teatro Nacional del DF también tenés que acordarte, porque te juro que yo te tenía ahí conmigo.
Así crecí, sintiendo que sos lo más importante que tengo en la vida y confiando en vos ciegamente. Sos el mejor hermano que podría haber tenido en el mundo, sos el mejor periodista, sos el mejor amigo y cada día que pasa sin vos sé que me estoy perdiendo un mundo de cosas.
Felices 30 hermano, bienvenido al resto de tu vida.